El fascismo de los italianos by Patrizia Dogliani

El fascismo de los italianos by Patrizia Dogliani

autor:Patrizia, Dogliani
La lengua: spa
Format: epub
editor: 2017


LA EDUCACIÓN

La reforma de la enseñanza, puesta en marcha con un conjunto de leyes aprobadas muy precozmente, entre finales de 1922 y 1923, fue presentada por el régimen como «la más fascista de las reformas», y es recordada en la memoria histórica y por la gente como la «reforma Gentile» por el nombre del filósofo Giovanni Gentile, que fue su autor. De hecho, a lo largo del régimen los reales decretos del 31 de diciembre de 1922 y del 16 de julio de 1923 sobre la administración escolar, del 6 de mayo de 1923 sobre la reforma de la scuola media (educación media o secundaria), del 30 de septiembre de 1923 sobre la universidad y por último del 1 de octubre de 1923, que redefinía la educación elementare (elemental o primaria), fueron repetidamente modificados durante el ventenio fascista en un pulso entre gentilianos y antigentilianos presentes en la cúpula de la educación pública y del régimen. En cualquier caso, el esqueleto y parte de los propósitos atribuidos por Gentile a la reforma permanecieron y superaron la caída de la dictadura, prolongándose en la época republicana durante al menos dos decenios. Además, hay que observar que la reforma Gentile, más que la afirmación de una idea fascista de educación, fue el triunfo de una corriente de pensamiento y de hombres sobre el positivismo de los decenios precedentes a la Gran Guerra. Giovanni Gentile (Sicilia, 1875), profesor universitario de filosofía teórica, en cuanto fue nombrado ministro (el 31 de octubre de 1922) eligió como dirigentes y expertos para colaborar en su Ministerio a algunos de sus compañeros de la Scuola Normale Superiore de Pisa; a maestros y colegas de más edad, como Benedetto Croce y los amigos con los que compartía el mismo deseo de renovación escolar, como el importante pedagogo Giuseppe Lombardo Radice, también siciliano, y Ernesto Codignola; y a un grupo de sus exalumnos de la Universidad de Palermo, unidos por la misma visión filosófica del mundo, entre los que se encontraban Adolfo Omodeo y Guido De Ruggiero. Gentile quiso llevar a cabo una intervención radical y omnicomprensiva: todo el itinerario escolar, desde el aprendizaje de base hasta la universidad, según un modelo neoidealista que tenía como objetivo la formación del individuo como parte integrante de la nación, debía «formar el espíritu en su integridad» y al ciudadano en el «sacrificio, devoción de sí al ideal que lo trasciende, [en el] reconocimiento de una ley que le es superior». Con esta visión la reforma manifestó claramente dos propósitos: abolir la fragmentación del saber entre el planteamiento positivista, que había indicado algunas asignaturas como claves para la formación, y el planteamiento humanista, y crear una escuela de cultura, mientras que el resto de escuelas eran especiales, es decir, imperfectas, solo útiles para desarrollar una parte del espíritu y las capacidades profesionales. Así pues, las escuelas de cultura por excelencia fueron consideradas la escuela primaria o elemental, apta para la educación de todos, y el ginnasio-liceo.

En vísperas de la reforma, la educación



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